Veamos ahora que nos cuentan desde Mas de las Matas
Desde esta columna trataremos de repasar estas fiestas remontándonos en el tiempo y rebotando en él…aunque son las fiestas de invierno las que tienen un carácter más local íntimo celebrándose con mayor intensidad y presentando los actos con más tradición histórica normalmente vinculados a sus patrones.
Celebraciones como las de San Antonio Abad (San Antón), en Valdealgorfa, la Ginebrosa, Berge, Mas de las Matas, La Mata, Valmuel... las de San Sebastián, en Castelserás y Alcorisa; Santa Águeda en La Cañada de Verich y en Los Olmos; conversión de San Pablo, en Foz Calanda... donde el fuego es el elemento central.
Antes de Semana Santa (con la alabada Ruta del Tambor y del Bombo en Alcañiz, Alcorisa y Calanda), viene la Cuaresma y antes de la Cuaresma hay que exaltar todas las artes y divinidades libertarias que llevamos dentro. Las fronteras de País de Cazarabet tienen muchas manifestaciones que ensalzan estos días en los que la libertad se mezcla con la locura y con la exteriorización más alegre... muchas veces estas exaltaciones nos llegan fruto de tiempos y días sucesivos en los que ésta se prohíbe más o menos directamente.
Empezaremos con la fiesta típica del “choricer” que se celebra el Jueves Lardero en la mayor parte de los pueblos del Bajo Aragón. Este día, por la tarde, las cuadrillas de adolescentes con pan, chorizo o longaniza y una mandarina se alejan fuera de las poblaciones para merendar en el campo. El choricer, por su vinculación con el Carnaval, ha participado siempre de uno de sus rasgos principales, el de la exaltación de lo carnal, tanto en su vertiente culinaria como sexual.
Hablando del Carnaval: una de las consecuencias de la Guerra Civil fue la prohibición del Carnaval y de las formas tradicionales de celebrarlo, sobre todo en lo relativo a máscaras y disfraces. La celebración y fiesta invernal del Carnaval desapareció, excepto en unos pocos lugares en los que esta fiesta se consideró como fiesta local de invierno. Aún así en unos lugares y en otros, el Carnaval, fue una fiesta celebrada sólo por la los niños y niñas fácilmente susceptibles a ser vigilados y guiados. Vinculada con la recta final del Carnaval y a pocos días del comienzo de la Cuaresma nos encontramos con niños, “la azuletada” de Villafranca del Campo y “el choricer” (de que ya hemos hablado anteriormente). En la azuletada los niños se hacían con polvos de azulete y se lo tiraban de unos a otros, cual “pitufos” fueran...y no se aconseja que alguien pase por sus zona en ese día.
La Fresneda también se refleja en las botargas, conociéndose como "els diablets".
Otra tradición del invierno vestido de fiesta son las “botargas” de Cuevas de Almudén e Hinojosa de Jarque, con sus vistosos trajes y con su implicación, escenificada en la fiesta.
En la primera localidad, la botarga forma parte de la celebración de San Antón (estamos dando un salto pretérito en el tiempo), aunque por razones de cuantía de público, la celebración "sanantonera” se ha trasladado al día de Reyes.
La botarga de Cuevas de Almudén es el personaje central de “la llega” que visita las casas para hacer acopio de todo aquello que se implique en la fiesta, a la “botarga” le acompaña un gentío de gentes disfrazadas realizando un anticipo de lo que, en unos días, será el Carnaval. Un dato curioso en esta población es la forma en que se anuncian los pasacalles: el sonido de una caracola marina rompe el sosiego dejando paso al pasacalle más musical...se dice que la caracola llegó de América en el siglo pasado.
En Hinojosa de Jarque la tradicional botarga interviene en la fiesta de San Blas, éste es el abogado de los males de garganta. La botarga de Hinojosa es juguetona y con los niños juega a hacerles “miedo” para reír, después. Los adultos no se libran de esta traviesa “botarga” siendo objeto de las más originales bromas...pero este elemento imprescindible en el San Blas de Hinojosa de Jarque guía la correspondiente “plega” y preside “el trance” o subasta posterior de todo lo recogido
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Botarga típica de nuestras tierras. Componente esencial para la celebración de muchas fiestas invernales.
Después "llega”, por estas tierras, la celebración de Santa Águeda...fiesta que ha estado arraigada sobretodo en el Bajo Aragón. El propio Caro Baroja, tomando la noticia de Miguel Arnaudas, escribe “en Alcañiz, el día de Santa Águeda es costumbre, como en otros lugares de la región, que las mujeres vayan a merendar a las afueras, y al regreso, en animados grupos, canten una canción a la que aplican diferentes coplas de carácter más o menos pícaro”. Los tiempos han cambiado, pero todavía son los colectivos de mujeres las que, casi privatizan la celebración de este día Eso sí, la celebración se ha revitalizado y se ha extendido para dar lugar a un abanico de celebraciones, casi siempre, organizadas por alguna asociación de amas de casa. Los actos también han cobrado vitalidad y vida incluyendo la suelta de vaquillas. En Calaceite, Cretas, y en algunos otros pueblos del Matarraña, desde hace unos años se nombra un ayuntamiento constituido sólo por mujeres que sustituye, de manera simbólica, a la corporación municipal elegida en las urnas. Cada nueva alcaldesa, en su primer acto de gobierno, lee desde las ventanas de la casa consistorial el bando en el que se especifican las normas por las que se regirá la población durante ese día, sobre todo en lo que se refiere a la relación entre los dos sexos.
San Blas y los Despertadores.
En la comarca del Bajo Aragón donde la climatología es más benigna, son frecuentes las figuras de los “despertadores”, “rosarieros” o “auroros”, que con sus rezos y cantos callejeros, al amanecer, convocan a la gente a los primeros oficios religiosos de los días más señalados. Aunque por su tradición y por las piezas que cantan los más conocidos son los de Híjar, los despertadores de Torrecilla de Alcañiz, cuyo día grande es San Blas, quizá son los más espectaculares de todos, ya que inmediatamente después de finalizar su canto (en cada uno de los lugares de costumbre), el grupo de jóvenes con escopetas dispara al aire provocando un atronador estampido que retumba entre las calles todavía vacías.
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